visitas

lunes, 20 de julio de 2009

cuentos y casi cuentos

Los amigos.

Se levanto por fin de su lecho, como cada noche salió a dar una vuelta, iría a la casa. La que visitaba siempre, en la cual podía manifestarse de forma más concreta.
Le gustaba más la noche que el día pues decía ella: “me da más vitalidad el brillo de la oscuridad”.
Como cada noche lo primero que hizo en aquella casa fue subir al techo y mirar el cielo, buscaba la luna, mas esa noche no había.
Bajó decepcionada y entró por un costado, asomó su cabeza a una de las habitaciones y allí estaban, los mismos chicos de las otras noches, desde hace años que esos chicos iban a esa casa, por lo menos lo hacían desde que se encontraron por primera vez con ella.
Era una casa abandonada, para cuando ellos llegaron ella llevaba poco tiempo allí, estaba algo perdida, desorientada, en el fondo esos chicos le fueron de gran ayuda, solo gracias a ellos pudo darse cuenta de su extraña realidad, mas ella aunque ya debía partir no lo hacía. Por ellos.
Le gustaba su compañía, solo con ellos hablaba y por lo mismo no los abandonaba, estos niños de 13 a 14 años jugaba a la ouija, ella los acompañaba, desde hace años que se juntaban allí solo para jugar eso. Y ella no faltaba al juego.
Pero el tiempo pasaba y los niños se volvían adolescentes ya no venían todos, es más ya no iban tan seguido, muchas veces ella se quedaba sola esperándolos toda la noche, o gran parte de ella. Con el tiempo ya solo iban 2 o tres de los 7 chicos que la visitaban, eran los que nunca faltaban, eran los únicos que no la dejaban sola, pero el tiempo seguía avanzando y los niños que se habían vuelto adolescentes ya se habían vuelto adultos. Comenzaron a ir una vez por semana, pero por lo menos iban. La soledad que la abrumaba no era tan grande.
Pero el tiempo no se detiene por nadie. La vejez llego a sus amigos; para ella esos chicos eran sus amigos, por cierto los únicos que tendría. Durante su vida no tuvo un solo amigo.
La vejez no detuvo a los chicos, seguían yendo allí, pero ya la memoria les fallaba, y sus huesos no eran tan resistentes. Como todo viejo, tenían sus achaques. Hasta que un día la vida les dijo que ya no más…
Pero para ella eso no fue tan malo, por fin podría estar junto a sus únicos amigos, los que no pudo tener en vida, los que encontró después del suicidio, ellos los únicos que no la abandonaron, ellos que se quedaron junto a ella aunque sus cuerpos ya no resistían, los que se quedaron junto a ella hasta el final de sus vidas, para poder estar a su lado por toda la eternidad.

domingo, 19 de julio de 2009

cuentos y casi cuentos

La niña y el pozo.


Se podía ver a lo lejos correr, sus pasos se debilitaban, las piernas se le doblaban; flacas como palillos parecía se fueran a romper. Corría a más no poder, exhausta se detuvo de pronto, afirmándose solo del borde de un pozo, miró dentro de él. Su fondo era imperceptible a esa altura, mas ella deseaba saber como era su fondo, eso era algo que siempre quiso saber. Se paró en su borde extendió sus brazos para intentar tocarlo, mas no fue precisamente por esto que lo logró. Una ráfaga de viento dio en su frágil cuerpo desde la espalda; ella siempre fue tan liviana, y la empujo en su interior.

jueves, 16 de julio de 2009

cuentos y casi cuentos

El retrato perfecto.


Cada mañana como cada tarde esperaba sentada junto a su piano, su viejo piano.
Esperaba desde hace años, limitándose a dormir, comer, beber e ir a al baño, podríamos decir que se limitaba a “vivir”.
Esperaba tranquila, sentada. Sus ojos habían visto ya caer cientos de atardeceres, tanto era el tiempo transcurrido que ya no podía ni soñar que recordaba lo que esperaba. Solo podía confiar en que cuando este alguien o algo llegara se daría cuenta, mas su memoria era muy frágil, como la de todos, aunque aun más.
De cuando en cuanto reía, reía estrepitosamente, se levantaba y caminaba en dirección a la ventana y miraba, esto ocurría a veces una vez cada dos meses, otras veces era 4 veces por semana. La verdad, era incierto el cuando ocurriría esto.
Su cabello negro blanqueaba más cada día, ella parecía no notarlo, supongo que era por su escasa memoria, había veces en que no me reconocía. Por lo mismo tuve que dejar de ir a verla, pues me temía que en la confusión de no saber quien entra en su casa le diera un patatús y estirara la pata la pobrecilla.
Y así fue que deje de ir, por lo menos no con tanta frecuencia, a decir verdad solo me asomaba a ver si seguía viva. He de admitir que muchas de las veces que fui a asegurarme de que estuviera viva la vi casi sin respirar, como ahogada, muriendo podríamos decir. No es que me haya quedado viendo con los brazos cruzados como ocurría esto. Sí, yo la ayude todas las veces que vi que esto ocurría, mas una vez que ya se encontraba mejor se alteraba mucho, quizá hasta se ponía peor que antes al no saber quien era yo, o por que estaba allí junto a ella. Su memoria no le permitía ver que le había ayudado pocos segundos antes. Y terminaba echándome a palos.
Para serles honesta yo le tenía un gran aprecio a la viejita. Podría asegurarles que no habría sido capaz de siquiera acercármele con un objeto peligroso, digamos que pusiese en peligro su integridad física. Es más yo solo me acercaba para ayudarle cuando se ahogaba. Es verdad siempre estuve allí para cuando esto ocurría, no es que estuviera obsesionada con ella. Es algo muy aparte, me gustaba observarla sentada junto a su piano, cada día, cada mañana así también como cada tarde.
No se como paso, quien hizo esto no era yo. No lo puedo recordar, podría decir que lo llegue a olvidar, se que estuve aquí, mas no recuerdo nada, ¡no tienen pruebas!
¿Como pude yo matar a quien más quise?
Por lo demás que es bien sabido, en mis brazos no tengo fuerza alguna, insisto no fui yo quien la estranguló.
Yo a ella la adoraba; Todo, todo; Mil bocetos tengo de su anciana figura junto al piano. Y cada día los mejoraba, con más y más detalles. Ella jamás cambiaba de posición. Bueno hasta ese día, oficial, yo se lo puedo jurar no le hice nada a la pobrecilla anciana que en paz descanse.
¿Cómo llego su cuerpo sin vida a mis brazos?
No lo sé, solo sé que no le hice daño, yo no le hice daño, si su cuerpo llego a mi fue por… quizá por que la quise ayudar.
¡No me pueden acusar de nada, no tienen pruebas!, muchos podrán decir que talvez yo estoy loca, mas se los negare una y mil veces, como podría estar loca, todos quienes me conocen me califican como una persona muy aterrizada.
Lo dije antes, lo repetiré nuevamente, yo no me obsesioné con ella, solo iba cada mañana y cada tarde, sin faltar un solo día, aunque lloviese, a dibujarla, siempre en su posición tan frágil, siempre esa posición, hasta ahora. ¡¿Por qué?! ¿Por qué tuvo que cambiar su posición? Solo unos detalles mas me faltaban… ¡y mi bosquejo hubiese sido de mejor calidad aun que una foto!
Talvez por eso fue. Pero no fue mi culpa. Yo no la estrangule. No fui yo.
Si, lo acepto, eran mis manos las que estaban en su cuello aquella tarde, pero yo no la mate, fue… fue ¡no fui yo!
Si aun no me creen tengo quien me apoye en esto. Mi hermana. Ella venía con migo, bueno por un tiempo, pero creo que también murió. Desapareció.
Yo sé que esto suena a locura, pero se donde esta, yo la vi el día que desapareció. Se que el caso de mi hermana jamás se solucionó. Yo lo puedo resolver, yo se donde esta. Yo estuve con ella ese día. Ella esta allí, junto al manzano, fui yo quien la enterró, mas no fue a mis manos que murió, no fui yo, fue… quien mato también a la abuela
No sé por que no me dejan ir aun… si es obvio que soy inocente.
Yo no enloquecí, el tiempo pasa rápido. Parece que fue ayer que hice el último dibujo de la vieja esa. Pero se que eso aun no ocurre, yo se que si la espero volverá, y así aunque tenga que esperar eternamente podré volverla a ver y así concluir mi retrato perfecto. Lo haré, aquí junto al viejo piano.
Allí la esperare aunque olvide que la espero a ella. Se que cuando vuelva lo sabré.

lunes, 13 de julio de 2009

cuentos y casi cuentos

Tres días y tres noches.


Tres días y tres noches caminando bajo el mismo sol; Tres noches sí, el sol no quiso descender. No hay explicación lógica, más que se haya enfadado con él.
Huía, tres días huyendo. ¿De qué? Pues de su pasado, de sus “pecados”. La verdad no era tan terrible lo que había hecho, casi se podría decir que él no había hecho nada, a menos que se pueda culpar a una persona porque el sol no quiera dejarse caer en el horizonte, pero que podía él hacer, de donde venía nadie le daba ya la bienvenida, su fama era ya conocida; los rumores corren a gran velocidad.
¿A donde podía ir? Solo le quedaba seguir huyendo, bajo el mismo sol día y noche. No sabía que sus pasos cansados lo llevarían a donde la luna reinaba.
Paso a paso, sus ojos cansados se cerraban más y más, el calor y el cansancio de no dormir le ganaban, el alimento y el agua no le faltaban, mas no compensaban su fatiga. Y entonces ocurrió, su cuerpo dejo de sentir el mundo que lo rodeaba y solo se dejo caer; allí bajo el ardiente sol, se movía lentamente una pequeña sombra; la calle desolada, casi desértica, aunque desde allí se podía ver tan claramente la noche, estática, inmóvil, eterna en el otro hemisferio.
Menuda, menuda se acercaba.
Por un segundo entre lo que parecía ser un sueño y una muy extraña realidad se vio la sombra de una chica de largo vestido azul marino, cabellos negros, blanca piel. La muerte.
Se esfumo esa extraña visión dando paso a una más extraña realidad. Una sombra tan negra como la noche lo arrastró, sin poder él defenderse se dejo llevar, después de todo no parecía tan malo, tomando en cuenta que ya no tenía tanto calor. Su piel roja por la insolación se despellejaría en unos días, pero el dolor de la quemazón quedaría por un buen tiempo.
De pronto comenzó a sentir frío, más y más frío, abrió los ojos de par en par y solo logro ver más y más oscuridad.
¿Qué ocurría? Pues bien, en el reino de la luna la oscuridad plena marcan la noche, -aun así-razono él- debería de verse la luz de la luna.-
Tenía razón en ello, lo que ocurría es que el estaba bajo techo. Envuelto bajo él, eternamente bajo el techo de madera aterciopelada.

sábado, 11 de julio de 2009

cuentos y casi cuentos

Un merecido descanso en paz.


Despertó de golpe, era aun muy temprano lo primero que reconoció a su alrededor fue el techo, las grietas que habían en él desde el último temblor. Durante esa semana había temblado constantemente, se esperaba que pronto viniese un terremoto. Se sentó al borde de la cama, aun estaba en pijama, era invierno, el más frío que podía recordar. Se levantó lentamente, como de costumbre. Fuera de casa llovía, desde la noche que estaba lloviendo, pero esto no la desanimo.
Vivía sola, completamente sola, no le gustaban los animales, decía ella “son mucho gasto”.
Encendió el calefón y se dio una ducha corta, no tenía tiempo que perder.
Se vistió formalmente, no sabia para que, realmente no tenia nada muy importante que hacer ese día, pero algo en su interior le decía que debía salir.
Ella siempre fue creyente en el poder de la mente para predecir y pronosticar los sucesos futuros. Y si algo en su interior le decía que había algo importante para ese día, aunque solo fuese un presentimiento ella se “preparaba” para dicho suceso.
Y así fue, salio de casa con paraguas, traje elegante, por preferencia pantalones. La verdad es que ella odiaba las faldas, prefería mil veces usar un pantalón, mas aún si era invierno. Se puso su camisa favorita y una chaqueta. Su largo cabello negro, aún mojado por la ducha, estilaba sobre su espalda humedeciendo su ropa, mas no le importaba, comenzó a caminar siguiendo sus presentimientos, no sabía realmente a donde debía ir, solo caminaba. La lluvia se hacía más y más intensa, las calles se inundaban; poco a poco parecían formarse ríos, ríos de aguas cristalinas que podía ver a lo lejos, cerca de los sauces, siguió caminando bajo ese resplandeciente sol de las montañas del sur, de pronto se vio frente a un edificio, aun seguía oscuro y las luces de los postes seguían encendidas, la lluvia no tenía piedad con nadie ni nada, se podía ver claramente un pequeño zorzal empapado, tratando de refugiarse de la lluvia cruel tras las escasas hojas de un Maqui. –Pobrecillo.- pensó, mientras seguía su camino.
De pronto se detuvo frente a lo que parecía una funeraria, no le gustaban esos lugares, pues aunque lo quiso negar mil veces, ella le temía a la muerte, quizá por el hecho de haber visto morir a sus padres cuando aun era muy pequeña, lo cual la obligo a vivir junto a una tía.
Junto a esta no duro mucho, pues al cumplir los 14 años de edad se fugó, para vivir junto a su novio, quien la dejo tras cumplir un año de pololeo, el era mayor que ella y tenía otros intereses en su vida, se iría a cumplir su mayor sueño a estados unidos, o por lo menos eso era lo que le había dicho a ella. La verdad es que él la dejo por otra y claro se dio cuenta de ello. Esto fue la razón de que ella prefiriera vivir sola desde allí en adelante y no depender emocionalmente de nadie.
La razón por la cual se detuvo frente a este “oscuro lugar”, como decía ella, fue precisamente por un presentimiento, el lugar aun estaba cerrado, mas ella sabía que ya no faltaba mucho para que abriesen el local. Busco refugio bajo el techo de un quiosco cercano, un perro se acercó a ella con una rama en el hocico, pidiendo de forma juguetona que se lo arrojara para así jugar un rato, ella a pesar de su desprecio a los animales accedió, después de todo el animal ese no era de ella así que no debía de gastar en él. Tomó la rama con una mano y se la arrojo cerca de unas rocas, el calor se hacía notar cada vez más, él volvió rápidamente con su rama, pidiendo que se la lanzasen nuevamente, tomo la rama y la arrojó más lejos esta vez, el perro comenzó a correr y ella corrió también tras el animal.
De la nada se vio envuelta en un manto de colores que se esfumaron en forma de mil mariposas que cubrieron el sol como nubes, mil nubes de lluvia que parecía no se irían jamás, de pronto un hombre alto, pálido de ojos negros y traje oscuro, también con paraguas se acerco a la funeraria, aparentemente trabajaba en ella, pues estaba abriendo el local, quitó el candado y levantó la persiana metálica que protegía la entrada, sacudió un poco los pies en un limpia pies de la entrada y se dispuso a ingresar.
Ella se acerco también, dio una mirada a su interior, el lugar no era muy amplio, miro directamente a los ojos de este hombre, sus ojos eran fríos, profundos y “escalofriantemente oscuros”, pensó ella. Este hombre parecía no notar su presencia ni su cabello negro y lacio, ella entró sin decir nada, fuera ya habían apagado las luces de los postes y solo se podían ver los grandes Robles y Raulíes milenarios a la distancia, el día pasaba lento y el cielo era de un azul hermoso, solo se podían ver de cuando en cuando una que otra nube en el cielo, así como algodón, grandes cantidades de algodón que se desvanecían con la brisa.
Tras una cortina de color rojo carmesí le pareció ver un ataúd, le pareció hermoso, la verdad es que lo era. Sintió la curiosa necesidad de verlo más de cerca, dio un vistazo una vez más al hombre de blanca tez, este seguía muy en lo suyo sin notarla ,así que decidió ir a dar un vistazo a aquel ataúd, por alguna razón le pareció cómodo, -es mas,-pensó-con gusto me dormiría en él.- salió del lugar, la lluvia había cesado y había salido un viento, una suerte de brisa refrescante que aminoraba el calor, el cielo seguía cubierto por nubes, mas parecía que no sería así por mucho más.
Los vehículos transitaban de un lado a otro a gran velocidad a pesar de que el pavimento estaba algo resbaloso por la lluvia, comenzó a caminar nuevamente en dirección a una de las poblaciones olvidadas de la ciudad, paso a paso se acercaba más y más, sin saber que se dirigía a ese lugar. Solo logro advertir que sus presentimientos la llevaban en dirección al cementerio, sin notar lo que era realmente, en su mente resonó una oración “la verita os liberabits”. -¿Que significa?-pensó, pues aun sabiendo su significado no lograba entender a que se refería, entró al cementerio, aun sin darse cuenta de donde se encontraba, caminó solo unos pasos y se encontró nuevamente con aquel perro de antes, esta vez no jugaba, solo se encontraba echado sobre una de las tumbas, en la lapida decía “R.I.P.”. Con esto y solo con esto ella pudo notar en donde se encontraba y salió de su “trance” que la había llevado en forma inconciente a este lugar.
Una vez fuera de aquel sitio se sintió mucho mejor, pues aunque con todo esto no parezca que le teme a la muerte y a todo lo que con ella se relacione, pues si le teme pero, cuando ella comienza a seguir sus presentimientos solo eso le importa y entra en un “trance” que la ciega de la realidad, mas sin dejarla de lado.
Sus ojos se fueron en dirección al río que corría bajo el puente por el cual se llegaba al cementerio, un ave paso frente a ella,- es hermoso,-pensaba.-me pregunto si lo podría volver a ver, mas no lo creo.-se decía a si misma un tanto desanimada, mas su personalidad era así. De pronto sintió un suave aleteo en su hombro, miro de reojo a su lado, allí estaba, justo parado en su hombro aquel ave tan bella que había pasado antes frente a ella,-a de ser otra-se dijo-es imposible que sea la misma.-.
Miro nuevamente al río sus aguas cristalinas reflejaban con tanta claridad el cielo, los peces que en el nadaban parecían felices, era como si el día provocara felicidad a quienes pasaran bajo su resplandor, mas no era el caso, siguió su camino, debía cruzar la calle, el día avanzaba y la verdad es que no había hecho nada productivo, lo estaba pensando, evaluaba la posibilidad de por una vez en su vida dejar de lado sus presentimientos, volver a casa, por lo menos ordenar un poco, barrer, preparase almuerzo. Ya estaba cercano el medio día y no le agradaba la idea de andar con hambre.
Una vez decidido lo que haría, por cierto ignorando por completo la sensación de que no debía volver a casa, decidió cruzar, mas no pudo, pues frente a ella pasaba una carroza fúnebre seguida por una fila de autos que parecía interminable,-ya basta-se dijo-¡parece que la muerte me persigue!-
Algo irritada decidió seguir derecho para cruzar por la pasarela que había más adelante. Comenzó a subir por sus peldaños cada vez más resbalosos, de pronto al pisar una de las rocas de aquella colina pudo ver a lo lejos como en un hilo a otra persona, como en un hilo pues resbalo antes de poder confirmar lo que había visto. Se levantó rápidamente y miro una vez más, esta vez sí, era una persona, mas no solo eso, ella la conocía-¿mamá?-dijo apenas.
Era, realmente era su madre, comenzó a caminar esta vez más rápido, los recuerdos le humedecían la mirada, miró una vez más el cielo, nuevamente comenzaría a llover, la sensación de que no debía volver a casa se hacía más y más intensa, mas ella continuo ignorando esto pues ya tenía mucha hambre-con una vez que ignore mis presentimientos no pasara nada- se decía-no he comido nada hoy tengo hambre.-
De pronto, bajo la lluvia, sin saber por qué, comenzó a correr. Su madre estaba allí, como podía ser, la verdad en ese momento no importó, la felicidad que sintió fue tal que por unos segundos olvido que la muerte las había separado, unos metros mas atrás estaba su padre, ambos igual a la última vez que los vio, mismo traje ambos, la barba de su padre estaba del mismo largo, seguían sonriendo, seguían jóvenes. Corrió, corrió como si fuese perseguida por una bestia, la sombra del pasado la perseguía, era nuevamente su temor a la muerte, corrió ya solo faltaba un par de cuadras para llegar a su casa, a su dulce casa donde podría por fin estar sola, donde la muerte no podría entrar, o por lo menos eso pensaba ella, después de todo esa era su casa, el lugar en donde no dependería de otras personas para ser feliz, donde solo se necesitaría a si misma para ser feliz, donde podría llorar sin remordimiento.
Entró a su hogar, cerró las cortinas, encendió la luz, se veía tan claramente la sonrisa de sus padres ahora junto a ella, cada segundo más y más cerca, corrió, trato de huir, la muerte la perseguía, mas en ese jardín tan amplio no podría escapar de su realidad, sus ojos reflejaban confusión, “talvez no debí salir esta mañana” repitió una y mil veces en su mente, una vez que logró calmarse a si misma entró en su dormitorio y se recostó en su cama, miró el techo, sus grietas y fisuras, recordó los últimos temblores, notó que en ese día no había temblado, pero aun no acababa el día aun podía temblar, mas eso no era lo que ella deseaba, si fuese por ella sería pecado que temblase, mas esas cosas no se pueden evitar, por lo menos ella no lo podría evitar, aunque “ojala y ya no tiemble más” se decía a si misma. Decidió que se recostaría un rato antes de comenzar a cocinar u ordenar la casa. Se recostó, a su lado sobre el pasto estaban sentados sus padres, pudo ver a quien parecía ser su abuela, su querida abuela, el sol ya estaba por caer en aquel lugar tan maravilloso, en su faz se dibujo una sonrisa, una sonrisa tan placentera, ella ya lo sabía; de aquel lugar ya no podría irse jamás, pero no importó, estaba junto a quienes mas quería, la muerte no le pareció algo tan terrible una vez que lo vivió. Por lo menos para ella fue algo rápido.
Mientras adormecida reposaba sobre su cama el tan esperado y poco deseado terremoto azotó la ciudad, el techo en su habitaron no resistió, ya mucho había aguantado, mas esta vez había sido mucho. Sobre su cabeza y todo su cuerpo cayeron los pesados escombros, los cuales le dieron una muerte rápida, casi pudo creer que no había pasado nada, pero su alma lo noto, aunque ella no lo sintió.
Ahora después de largos 25 años de soledad y amarga tristeza pudo reencontrarse, no solo con su familia y seres queridos sino que con algo aun más importante, la paz. Esa paz que solo te puede dar la muerte, después de largos años de cansar a su alma con temores y tristezas, darle a su alma un merecido descanso en paz.